martes, 6 de febrero de 2007

Entierro en Ornans, de Courbet

Courbet: El entierro en Ornans .
1849-1850. 314 x 663 cm.
Oleo sobre lienzo. Musée d'Orsay, París.

Las tensiones sociales provocadas por la revolución de 1848 hicieron que el arte se situara en una relación nueva frente a las instituciones artísticas oficiales, frente al público y, por extensión, frente al conjunto de la sociedad. Courbet es uno de esos artistas que pensaban que, una vez que el arte había conseguido un peso político en Francia a mediados del siglo XIX, podía influir políticamente en la sociedad de manera activa, aunque en pequeña escala, con su trabajo. Este tipo de actitud es la que se conoce con el nombre de "vanguardia". Entre el otoño de 1849 y y el verano de 1850, Courbet pintó tres cuadros destinados al Salón -El entierro de Ornans, Los picapedreros y Campesinos de Flagey volviendo de la feria. En ellos, muestra personajes de su propia región, el Franco Condado, y más concretamente de su pueblo natal, Ornans; en dos de ellas incluye retratos de algunos miembros de su `propia familia.

Al tomar como tema un acontecimiento de carácter religioso, El entierro en Ornans alude al papel de la Iglesia como autoridad social, pero refleja también las tensiones internas de esta sociedad y sus ambigüedades. Es lo que destaca T.J. Clark al hablar de este cuadro: "Nos muestra, esquematizados, los elementos que constituyen un ritual concreto, pero no su desasrrollo. Ha pintado una oración sin nadie que rece; el acontecimiento de una experiencia religiosa, pero en vez de los gestos, secretos o evidentes, encontramos unas expresiones fijas y congeladas. (Esta apreciación se aplica a las caras individuales pero también al conjunto de la escena.) No es exactamente una imagen de falta de atención; lo grotesco no son exactamente, salvo en las caras de algunas mujeres, las huellas de dolor o ensimismamiento propias de un entierro: las caras enrojecidas de los curas que encabezan el cortejo y los gestos chirriantes de los dos viejos colocados delante de la tumba. " (Clark, T.J., ob., cit., pág. 81).

La pintura "trata de religión" pero no es religiosa; se preocupa por la solemnidad pero también es satírica. Encierra una cierta indefinición, los rostros de sus personajes no manifiestan ningún tipo de intereses o emociones concretas. Estas ambigüedades y vaguedades no están "ahí en la pintura" ni constituyen su tema, sino que son, más bien, algo propio de la forma en que Courbet representa el tema, los recursos que utiliza para pintarlo y para conferirle una categoría.

A Courbet no se le reprochó que pintara una escena banal en un lienzo de tales dimensiones, que, normalmente, se encontraban reservadas para la pintura de historia. Pero al decidirse por un formato semejante y darle tratamiento de pintura de historia a un asunto que para el público parisino se encontraba fuera, o más allá, de la historia, Courbet planteaba la primera ambigüedad, una "pintura de historia" dedicada a un fin "ahistórico".

Al plantear una relación entre título e imagen estaba planteando una segunda -y provocadora- ambigüedad. Ornans era un lugar pequeño, casi desconocido para los parisinos. Por lo tanto, un título como El entierro en Ornans provoca dos expectativas diferentes sobre el espectador, la muerte y la vida pacífica propia del mundo rural; pero no se cumple ninguna de las dos: muy pocos de los cuarenta y cinco asistentes al entierro están prestando atención al ataúd, a la tumba o al cura que está oficiando el entierro. Incluso el grupo de curas presentes parecen que tienen sus pensamientos en otro lugar (sus narices rojas apuntan a intereses venales); salvo en las caras llorosas de las hermanas de Courbet (a la derecha) podemos encontrar muy pocos signos de emoción. Y el único personaje que parece mirar hacia la tumba muestra un tipo de dolor muy convencional. El símbolo religioso más importante, el crucifijo, aparece separado visualmente del grupo en escena, vinculado al cielo vacío y no con los campesinos que aparecen agrupados un poco más abajo.

Lo que aglutina a estas personas es su pertenencia a un grupo social y no la devoción religiosa. La pintura nos muestra un acontecimiento social, carente de un sentido más profundo, dentro del que cada uno ocupa su lugar, un lugar perfectamente establecido y que cada uno sabe muy bien cuál es. Por lo tanto, una pintura cuyo título parece prometer una tranquila meditación sobre la muerte, lo que está ofreciendo en realidad es una imagen de la sociedad rural.

Fuente: http://cv.uoc.es/~991_04_005_01_web/fitxer/perc88c.html

1 comentario:

El blog de Historia del Arte dijo...

Gustave Courbet, El entierro en Ornans (Salón de 1850).
Museo de Orsay, París.

El realismo de Courber nada tiene que ver con la ilustración exacta de los detalles ni con el contenido dramático de las escenas. Courbet evita la representación de la muerte, y elije ula de un entierro en su provincia natal, Ornans. Con este cuadro de enormes dimensiones, el pintor se propuso traladar una instantánea de la realidad rural al Salón parisino, cuyo público, sofisticado y urbano, no estaba acostumbrado a confrontar tales imágenes, y menos representadas en un cuadro que, además, tiene la propiedad de reflejarlas como un espejo. En efecto, los retratados (que al ser de tamaño natural forman una barrera de espectadores semejante a la que se forma delante suyo cuando los visitantes contemplan el cuadro) parecen representar, con su sola presencia, el espíritu de la clase burguesa provinciana con todos sus agobiantes valores morales e ideológicos. Courbet se libra aquí de la retórica romántica y deja que su ojo se comporte como el de un fotógrafo. Así, observa al mundo con el distanciamiento propio del objetivo de una cámara: es testigo de la acción sin intervenir en ella.

Fuente: RAQUEJO GRADO, Tonia. "La pintura decimonónica." El mundo contemporáneo. Historia del Arte, Tomo 4. Alianza Editorial, Madrid, 1997.