domingo, 4 de febrero de 2007

El entierro de Atala, de Girodet

Anne-Louis GIRODET DE ROUSSY-TRIOSON
Montargis (Loiret), 1767 - Paris, 1824

Atala au tombeau, dit aussi Funérailles d'Atala, Salon de 1808
H. : 2,07 m. ; L. : 2,67 m.

L'Indien Chactas et le père Aubry enterrent Atala, l'héroïne du roman de Chateaubriand, paru en 1801. Sujet chrétien, cadre exotique, émotion vraie : tout dans cette élégie funèbre devait séduire ceux qui, en marge de la rigueur davidienne, demeuraient attachés au sacré, à la nature et au sentiment.

Fuente: http://www.louvre.fr

1 comentario:

El blog de Historia del Arte dijo...

Entierro de Atala, de Girodet

Anne-Louis Girodet, El entierro de Atala (1808).
Museo del Louvre, París.

La recreación de Girodet en la belleza del cadáver de Atala es un lejano presagio del gusto por lo mórbido que desarrollará la pintura simbolista.

El interés por temas mitológicos procedentes de otras culturas es un síntoma más de esta inclinación romántica, como puede observarse en El entierro de Atala de Anne-Louis Girodet Trioson (1767-1824). Basada en una historia de Chateaubriand, esta obra es un buen ejemplo de cómo Girodet traduce las fantasías de sus lecturas a imágenes pictóricas. Nos muestra a la princesa Atala virginal, mártir por su convicción cristiana, frente a las creencias paganas de los suyos. El cuerpo de Atala, violentamente iluminado, contrasta con la oscuridad del interior de la gruta y nos invita a salir rápidamene al exterior, donde otro foco de luz ilumina la cruz, emblema de la muerte y de la surrección. Sin duda, aquí encontramos los ecos de la Muerte de Marat, pero mientras David se recreó sólo anatómicamente en el cuerpo del héroe, su discípulo añade ahora una elevada dosis de sensualidad que nos confunde, pues nos sentimos extrañamente atraídos por la hermosura inerte de la princesa. Girodet se ha cuidado incluso de no perturbar la belleza del cadáver y deja que veamos su pecho escultórico, para lo cual ha inclinado lateralmente la pequeña cruz que sostiene en sus manos, como si este símbolo de la eternidad se opusiera a la sensualidad que su cuerpo despide.

Fuente: RAQUEJO GRADO, Tonia. "La pintura decimonónica." El mundo contemporáneo. Historia del Arte, Tomo 4. Alianza Editorial, Madrid, 1997.