sábado, 3 de febrero de 2007

El pocero, de Meunier



Constantin MEUNIEREtterbeek (Bruxelles) 1831 – Ixelles (Bruxelles) 1905
Le puddleur au repos (1884/1887-1888) - Bronze - 145,5 x 81,5 x 87,5 cm

Quand, en 1885, Constantin Meunier exposa une petite cire représentant ce même puddleur, certains pressentirent l’apparition d’un art nouveau, quasi inexploré. Celui-ci ferait de l’ouvrier un sujet de la sculpture alors que celle-ci avait été, jusque-là, inspirée par des modèles jugés plus nobles. Le plâtre grandeur nature exposé en 1887, confirma la maîtrise de Meunier dans l’expression d’un réalisme qui coïncidait avec la progression d’une idéologie prolétarienne. Evitant la sensiblerie populiste, il parvint à exprimer les grandeurs et les servitudes du Travail. © MRBAB/KMSKB (Photo Speltdoorn)
Fuentes: Catalogue des Musées royaux des Beaux-Arts de Belgique

1 comentario:

El blog de Historia del Arte dijo...

Constantin Meunier, El pocero (h. 1885).
Museo de Bellas Artes, Bruselas.

La obra del escultor belga Constantin Meunier (1831-1905), [es] la más comprometida con la crítica situación de la clase obrera como consecuencia de su explotación en trabajos industriales y mineros. Una pieza como El pocero dignifica con su imponente presencia al tipo humano que encarna y lo eleva a la categoría de héroe sin recurrir a la antigua retórica. El Realismo escultórico ha alcanzado así un grado de compromiso social que va parejo a una honradez formal: tras la desprejuiciada interpretación del personaje hay unas formas escuetas y rotundas que se encuadran en un proceso de simplificación de mayores consecuencias.

Meunier, que había comenzado su dedicación artística como pintor de escenas religiosas de aspecto sombrío, adquirió una fuerte conciencia social a raíz de su contacto con las gentes de las regiones industriales y mineras de su país natal, Bélgica, cuyas condiciones de trabajo eran extremadamente duras. En busca de un medio artístico que concentrase en la figura humana la expresión del herocio sufrimiento cotidiano derivado de su situación, empezó a interesarse por la escultura. Fruto de esa preocupación modeló, en cera, hacia 1883, una Cabeza de pocero que es una de las primeras obras ya característica de su personalísimo estilo. Aquel prototipo habría de constituir la primera referencia para otras piezas del mismo tema, tanto bustos como esculturas de cuerpo entero, fundidas en bronce con posterioridad. Todas ellas tienen una poderosa carga de expresividad, tanto en el rostro como en la disposición del cuerpo. Parecen haber sido brutalmente extraídas de la realidad hasta el punto de surgir como un fragmento sublimado de la misma. A pesar de ello, la superficie posee una sugestiva simplificación, resultado de una especie de intuición primitiva que le llevó a abandonar la retórica descriptiva y explorar las posibilidades propias de los materiales, como los más modernos escultores de su tiempo.
Los trabajadores de Meunier son figuras arquetípicas, universalizadas por la condición de su trabajo. Tienen siempre una nobleza que otorga una dignidad sobrehumana a su sufrimiento. En las figuras de tamaño natural como ésta, la monumentalidad deriva de sí mismas sin necesidad de ningún enfático pedestal: a nuestra misma altura poseen más grandeza que cualquier héroe histórico. La influencia de Meunier -el escultor europeo del trabajo por antonomasia- ha sido considerable en la configuración artística de la epopeya del proletariado, aunque los regímenes totalitarios habrían de subrayar enfáticamente el patetismo de las poses.

Fuente: REYERO, Carlos. "La escultura del siglo XIX". El mundo contemporáneo. Historia del Arte, Tomo 4. Alianza Editorial, Madrid, 1997.