Théodore GÉRICAULT
Rouen, 1791 - Paris, 1824
Le Radeau de la Méduse Salon de 1819
H. : 4,91 m. ; L. : 7,16 m.
Ce tableau est une des oeuvres capitales du XIXe siècle. Le thème est celui d'un événement récent, le sauvetage de quelques rescapés du naufrage de la frégate "La Méduse'' sombrée, en 1816, près des côtes du Sénégal.Cent cinquante hommes avaient pris place sur un radeau qui dériva pendant dix jours. Quinze mourants subsistaient quand un vaisseau fut en vue. C'est le moment choisi par le peintre. Géricault se fit conter la tragédie par les deux survivants, représentés au pied du mât, qui lui donnèrent une description exacte du radeau. Son souci de réalisme le conduisit dans les hôpitaux pour étudier les moribonds et les cadavres. L'oeuvre est parfaitement romantique par son inspiration, un sujet d'épouvante puisé dans l'histoire contemporaine, par sa facture emportée, par le dynamisme qui l'anime : néanmoins, elle se réfère à la tradition classique par sa composition pyramidante. Elle est vilipensée au Salon de 1819, tant pour la nouveauté de son interprétation que pour son esprit où on décèle des intentions politiques (le naufrage de "La Méduse'' avait suscité des remous contre le pouvoir), la présence d'un naufragé noir est considéré comme un manifeste contre l'esclavage. En revanche, le tableau soulève l'enthousiasme en Angleterre où Géricault l'expose en 1820.
Fuente: http://www.louvre.fr
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Théodore Géricault, La balsa de La Medusa (1819).
Museo del Louvre, París.
En esta obra, Géricault traduce en imágenes los relatos de los supervivientes de La Medusa, una fragata francesa que navegaba por las costas africanas y que naufragó el 2 de julio de 1816. Este suceso adquirió un carácter político al conocerse la escandalosa reacción que tuvo el capitán del barco, un marino incompetente que, lejos de adquirir el mando por su destreza profesional, lo consiguió debido a su ascendencia aristocrática y a los importantes contactos con la dinastía borbónica. Preocupado por salvarse él mismo, dejó abandonados a un destino más desesperanzador que incierto, en una frágil balsa de madera, a ciento cincuenta personas, de los que sólo quince sobrevivieron. Durante trece días, presas del pánico, el hambre y la sed, los seres humanos experimentaron "el sueño de la razón" y se conviertieron en monstruos: se devoraron unos a otros. Las noticias de locura, rebelión, canibalismo y mutilación fueron recibidas en el mundo civilizado con pavor. Esa deshumanización suponía el triunfo de lo irracional sobre la cordura y la razón. La Balsa vino a ser así una imagen que, como las de Goya, representaba una época, la de la restauración borbónica, en la que se habían roto las expectativas idealistas de la Ilustración y la Revolución. Géricault convierte estos hechos periodísticos en todo un símbolo de la destrucción del lenguaje clásico acorde con el mundo de la razón, y para ello se vale de una estructura piramidal, propia de las composiciones académicas y equilibradas, que no obstante nos conduce al horror y al desequilibrio: comienza por describirnos la muerte en la base, cubierta por los ya cadáveres, desde la cual ascendemos a una zona en progresiva tensión donde se alzan las manos de los quince supervivientes, todas en dirección a la figura del hombre negro que, en el vértice de esta pirámide infernal, hace señales al barco que divisa y que puede ser su salvación. La épica heroica de la muerte (tan ensalzada en la obra de David, e incluso en la época de Napoleón) es aquí sustituida por la retórica del drama y la desesperación de unas víctimas anónimas.
Fuente: RAQUEJO GRADO, Tonia. "La pintura decimonónica." El mundo contemporáneo. Historia del Arte, Tomo 4. Alianza Editorial, Madrid, 1997.
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